martes, 7 de marzo de 2006

Uno alegre

Zapeando hace unos días, me topé con un capítulo de la serie HOUSE, protagonizada por un doctor brutalmente honesto donde utilizan los atroces síntomas de un moribundo para organizar la trama detectivesca en búsqueda del perfecto diagnostico. Por el camino, al enfermo le caen tratamientos erróneos, humillaciones públicas para que cante sus más íntimos secretos, y un doctor que ni de la más remota coña podría permitirse esos modales en un país como Norteamérica, la cuna de los litigios y la jurisprudencia.

Pero cae bien porque se equivoca y es un fascinante cabrón de ficción. En la realidad estos tipos duros probablemente acaben colgados de una viga de su despacho diez años antes de la jubilación, y sin un solo amigo. Aunque nunca faltará alguien que diga lo excéntrico que era con tono cariñoso, quizás en el corrillo más grande de su funeral, compuesto por tres personas.

El pobre es adicto a los calmantes. Así que cuando en plena fase aguda de su desintoxicación no puede soportar el dolor de su pierna, se rompe un dedo a posta.
Por lo visto el cuerpo administra su capacidad de resistencia dando prioridad al dolor más intenso y olvidando el resto.

Qué interesante me pareció.

Emocionalmente creo que ocurre lo contrario. Cuando te cae la más gorda, acabamos con un ataque de histeria por encajar mal una palabra, porque el filete está frío o porque simplemente te planten.

Lo que más duele se guarda en un compartimiento estanco, en cuarentena, como un virus latente, y ahí se queda preparado para el ataque a la más mínima señal de debilidad.

Y todo esto para no acabar volando por la ventana a la primera de cambio. Al fin y al cabo estamos diseñados para sobrevivir. Los límites, salvo accidentes o personalidades muy muy impacientes, se descubren a base de palos y tiempo, y siendo ya tan viejo que no te suicidas ya por pereza, porque te parece de mala educación no esperar un poquito.

Así que como dice el refrán; Señor, no me mandes todo lo que pueda soportar.

Por lo pronto he decidido partirme un hueso pequeño cada vez que me de la depre.

8 comentarios:

  1. Que culpa, tendran tús huesecitos de que en el fondo quieras comenzar a vivir. Solo tienes que empezar a apostar un poco mas alto, tienes muchas mas razones para romper que para romperte.

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  2. oye, MeNte, qué te iba a decir.. no te rompas tú. Cuidadito con las alturas :)

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  3. Pues justamente el suicidio es una de las cosas más me sorprenden de los humanos, porque como dices, estamos diseñados para sobrevivir. Creo que el ser conscientes de nuestra propia vida nos hace tener ese poder de quitarnosla. En los animales no recuerdo ninguno que se suicide.
    Y lo del escorpión rodeado de fuego es mentira, como bien pude comprobar empíricamente en mi niñez y en varios intentos, con distintas medidas, distintos individuos, distintos fuegos, etc... (Era un niño científico);-P

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  4. si romperme los míos me quita la depre, romper los de los demás seguro que me sube al cielo

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  5. Me PReSeNTo VoLuNTaRi0, PaRa Que Me RoMPaS eNTeRo. Y PoR DeJaR De Que eSTeS DePRe...

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  6. Poniente: el suicidio está muy presente en el mundo animal; ballenas, delfines, elefantes, perritos domésticos... por favor, no le incndies la caseta a ningún chucho. :)

    Al usuario anónimo: No EsToY DePrE, pErO Sé DóNdE ViVeS (y DóNdE aPaRcAs El CoChE. Espero que lo último te haya escocido XD

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  7. joder L, cuanto amor de carton piedra en tu blog

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