miércoles, 7 de marzo de 2007

La ley de la inercia

Estoy sentada con un portátil ajeno en las rodillas. Me gusta mover las cosas y las cosas que se dejan mover.

Pero ahora tengo vértigo, porque mi cuerpo nunca había estado tan de aqui para allá, pero mi mente ha echado tripa y ya no coge trenes ni planea viajes estelares.

¿Si pudiera elegir, cual de los dos liberaría?

Hace poco, A le quitó el collar a la perra, y le dió explícitamente la orden de perderse. Tardó un rato largo en decidir qué dirección escoger antes de salir corriendo, y parecía no manejarse bien con sus nuevas posibilidades. Pero una vez en casa, cuando no tuvo dónde elegir, permaneció enroscada en el sofá dos dias enteros, sin comer, sin jugar.

Bueno, a ratos movía la cola en sueños.